Biografía

Bertha B. Lum (cuyo nombre verdadero era Bertha Boynton Bull) nació en Typton (Iowa) en mayo de 1869.

Su padre, Joseph W. Bull (1841-1923), y su madre, Harriet Ann Boynton (1842-1925), fueron ambos grandes aficionados al arte.

Joseph W. Bull era jurista y Harriet Boynton ejerció de maestra, primero en Ohio y más adelante en Iowa. En 1900 Bertha y su familia vivían en Duluth.

Bertha tuvo una hermana (Clara, que murió de neumonía en 1898) y dos hermanos (Carlton y Emerson).

Cursó estudios de arte en el Instituto de Arte de Chicago entre 1895 y 1900. Fue discípula de Anna Weston y posteriormente de Frank Holme, fundador de la Chicago School of Illustration en 1898, que practicaba por aquel entonces la técnica japonesa del grabado en madera.

En 1903, contrajo matrimonio con  Burt F. Lum, un abogado de Minneapolis en Minnesota.

Se fueron de luna de miel a Japón, país del que volvió deslumbrada.

Al haber estudiado junto a Frank Holme, Bertha se interesó por la técnica del grabado japonés en madera. Los albores del siglo veinte se caracterizaron, dentro del mundo del arte, por el japonismo, tanto en Europa como en los Estados Unidos.

Para relatar esta primera estancia en Japón, prefiero dejar que hable la propia Bertha:

Antes de irme a Japón, pensaba que se podía encontrar fácilmente a fabricantes de estampas y grabados, al igual que de farolillos de papel o de kimonos; sin embargo, después de haberme pasado seis semanas preguntándole a cualquiera que hablara inglés  – guías, conductores de rickshaws, proprietarios de hoteles y traficantes de souvenires– dónde podría comprar herramientas y ver cómo fabricaban estampas y grabados, y no dar con nadie, me desanimé. Obtuve respuesta una semana antes de zarpar de vuelta a casa: alguien me dio la dirección de un taller en el que reproducían grabados antiguos. La hora que pasé allí me proporcionó todo lo que debía conocer acerca del proceso, al margen de lo que ya había aprendido a través de mis lecturas.

Dicho taller, a modo de favor, me permitió pagarles 20 dólares por trece herramientas (las hubiera pagado gustosa a cualquier precio). En un viaje que hice posteriormente comprobé que no eran de muy buena calidad y entonces adquirí cincuenta de las mejores por 5 dólares.

Cuando volví a casa, añadí al conocimiento que me había proporcionado esta breve estancia todas las lecturas que pude encontrar sobre el tema, y empecé a hacer mis propios grabados y estampas.

No fue tarea fácil – no se ajustaban bien y procurar repararlos por mi cuenta no dio resultado. Tres años más tarde regresé a Japón con la intención de trabajar en los talleres hasta que me hubiera familiarizado con la técnica.

Pese a que dice que no está muy satisfecha con el resultado, realizó unos grabados preciosos, como « China Boy » o « Lanterns ».

Tres años más tarde, regresa a Japón. Estamos en 1907.

Fui con dos cartas, una era del dueño del taller de grabados que me vendió las herramientas. Cuando zarpé, vi su nombre en la lista de pasajeros.

No hablaba inglés pero por mediación de un amigo común le enseñé los grabados que había hecho y le conté cuáles eran mis aspiraciones. Estaba dispuesto a aceptarme en su taller pero saldría muy caro puesto que tendría que trabajar para los mejores grabadores.

Decidí entonces echar mano de la otra carta antes de pagar 10 dólares al día para trabajar a las órdenes de uno de sus hombres, que no ganaba más de 75 céntimos diarios. Dicha carta era para Baron… que había sido miembro de la comisión de la Feria Universal de Saint Louis y pronunciaba conferencias sobre arte, gozaba de buena reputación tanto en los E.E.U.U. como en Europa, y también en su propio país. Vino a mi hotel, estuvo de lo más cortés, se mostró muy interesado y, pese a sus muchas ocupaciones, tuvo tiempo de llevarme ante uno de los profesores de la Escuela Imperial de Arte, que hizo algunas gestiones para que yo trabajara en casa de un amigo que hacía muy buenos grabados.

Al día siguiente, muy temprano, recorrimos kilómetros y kilómetros hasta alcanzar las afueras de Tokio y, al final de un callejón, donde vivía la gente más pobre, en una casa minúscula con cuatro estancias, encontramos al hombre que se suponía era uno de los mejores grabadores de Tokio – y allí trabajé cada día durante dos meses. Los que me enseñaban eran básicamente dos aprendices de doce años de edad; “el maestro” sólo se dejaba caer por allí una o dos veces al día para dar por válido mi trabajo, o más bien para sacarle defectos.

Lo primero, aprendió a grabar las planchas de madera con el maestro grabador Igami Bonkotsu y posteriormente a imprimir las estampas fijándose en cómo los aprendices del maestro impresor Nishimura Kamakichi imprimían las suyas.

Cuando ya estuve preparada para grabar, el profesor y “el maestro” me llevaron a otra parte de la cuidad y me presentaron al impresor con la debida ceremonia.

Bebimos té y comimos pastel durante dos horas y se hicieron las gestiones para que empezara a trabajar con él a la mañana siguiente. Acudí cada día a lo largo de cuatro semanas y no imprimí nada, únicamente observé cómo un hombre daba forma a mis ideas a partir de los grabados que había hecho. Los extranjeros nunca se movían por aquella parte de la ciudad y cuando surgía yo al cabo de una calle, se llenaba de inmediato de hombres, mujeres y niños. Cada vez que llegábamos a casa, el conductor de mi rickshaw pasaba tan cerca que casi podía saltar hasta la puerta de entrada. Solíamos trabajar en una habitación del primer piso; las paredes eran tan finas, de papel shoji, que la muchedumbre hubiera podido mojar un dedo, hacer un agujero a través del papel y espiarnos, así durante todo el día, hasta tal punto que habría habido que poner una pared nueva cada día después de que me fuese. Ninguna de esas personas tenía la más remota idea de inglés y mi japonés solo daba para regatear baratijas así que ya veis que tuve que sortear algunas dificultades. No tuve ningún intérprete cuando me enseñaron a grabar pero sí deseé tener uno al ir donde el impresor. No obstante, lo mejor que pude encontrar fue mi conductor de rickshaw, a quien le pareció mucho más interesante sentarse en el suelo y decir “demasiado azul”, “más agua” y comentarios de ese tipo que llevar y traer a la gente en su carro, algo que lo rebajaba en su dignidad. De no haber tenido la segunda carta de presentación, mi segundo viaje hubiera resultado completamente en balde. Todo son facilidades para el turista en Japón. Los marfiles, bordados, souvenires, bronces te esperan en la tienda, te los llevan a tu hotel no hay forma de librarse de ellos – pero si quieres algo de la gente, aprender un arte o comprar algo genuinamente japonés, te das de bruces con un muro.

Regresé a los Estados Unidos y durante tres años trabajé en cosas que me interesaban, procurando aunar mis ideas con las suyas, y el último año decidí coger una casa en Tokio para el invierno, buscar a un artista grabador y disfrutar de mi estancia allí.

Buscó artesanos durante más de un mes, y nada… Por suerte, gracias a la ayuda de un amigo japonés influyente, al final dio con ellos.

Bertha tuvo dos hijas: Catherine Balliet Lum y Eleanor Bettina «Peter» Lum.

Desde muy temprana edad, sus hijas siguieron sus pasos. Sin embargo, si bien Catherine ha seguido creando durante un tiempo sus propias obras, Peter, en cambio, se ha ido perfeccionando en el coloreado de las obras de su madre y después probó con la escultura. En su libro My Own pair of wings afima que no se le daba muy bien. Para saber más acerca de las obras de Catherine y Peter, os recomiendo que vayáis a esta página. Como Bertha quería que sus hijas fueran artistas, no dejó de insistir para que dibujaran e imprimieran estampas.

Si Catherine se casa y se aparta rápidamente de la vida pública, Peter prosigue su carrera artística escribiendo relatos de viajes pero también colecciones de cuentos de muy diversa procedencia (ver en Amazon).

Bertha Lum ilustró varios de los artículos que escribieron Peter y Catherine.

Bertha Lum se dio a conocer gracias a numerosas exposiciones y así también logró vender sus obras. Era una artista que vivía de su arte, la venta de sus obras en una galería de California le reportaba 500 dólares al mes, una suma nada desdeñable para aquella época. Así, vivió por un breve espacio de tiempo en Japón antes de instalarse en Pekín en 1922, muy cerca de la Ciudad Prohibida. Primero fijó su residencia en una casa que había pertenecido al Príncipe Tzu, hijo del Emperador Tao Kuang antes de volver a California.

Aprovechó su regreso a California (de 1924 a 1927) para diversificarse. Empezó a crear biombos. Hay pocos ejemplos de su trabajo: en la sección “Miscelánea” los podréis admirar.

Bertha y su hija Peter volvieron a los Estados Unidos justo después del crack bursátil. China no se había visto afectada por la crisis cuando se marcharon y desgraciadamente la sintieron en carne propia desde su llegada a Nueva York. Bertha Lum era una gran coleccionista de arte asiático: antigüedades chinas pero también estampas y grabados de artistas japoneses contemporáneos (entre sus colecciones figuran varios grabados de Hiroshi Yoshida, Kawase Hasui, Shotei y Tsuchiya Koitsu). Al llegar a  la Gran Manzana, Bertha tenía la intención de vender varias piezas de antigüedades chinas. La crisis se lo impidió…

De regreso a China se instala en otra casa, próxima también a la Ciudad Prohibida.

La oportunidad de vender sus obras en Asia y en California le llegó sobre todo a raíz de sus relaciones con el Grand Hôtel des Wagons Lits que recibía en Pekín a los turistas que procedían de Occidente. En el vestíbulo del otro gran establecimiento de la ciudad, el Grand Hôtel de Pekín, se hallaba la tienda de recuerdos de Mme Helen Burton : The Camel Bell. Y en esta tienda es donde podían adquirirse sus obras. También se celebraban de vez en cuando exposiciones de obras originales.

No queda rastro de su trabajo después de 1937. La vista había empezado a fallarle.

Abandona China en 1941 para vivir en los Estados Unidos y después regresa a China en 1948. Se marcha definitivamente de China rumbo a Italia en 1953 y muere en casa de su hija Catherine en Génova en febrero de 1954.